lunes, 29 de abril de 2013

La felicidad ha terminado conmigo

La felicidad ha terminado conmigo
y se ha marchado con otra,
ha abandonado mi cuerpo claro
mis calles azules, mis faroles blancos.

La felicidad se ha ido con otra
y a mi me ha dejado envuelta en llanto
le ha dado la espalda a nuestro lecho
y se ha llevado lejos de el todo su encanto.

Tal vez hubiese sido mejor no conocerla
que quedar prendada de sus labios,
o haberla matado, si aún pudiera,
para que no se haya marchado.

¡Todo esto me pasa por tarado!

Tal vez la otra la enamoró bien
y yo fui quien hizo las cosas mal
¿Pero que gano con cuestionar aquello
si la felicidad ya se ha marchado?

La felicidad ha terminado conmigo
y se ha ido con otra.

sábado, 20 de abril de 2013

Conversación con vagabundo


- ¿Quien eres? - Le pregunté, mientras él se acomodaba a la salida de la catedral, acurrucándose en su cama de cartón y papeles manchados.

- La humanidad niña, la humanidad - Me respondió; acomodó su cabeza en la almohada de saco de papas y la tapó con la portada del diario " El país " .

miércoles, 10 de abril de 2013

El único orden posible

Se para ante él como uno se para ante cualquier tipo al que ve todos los días, con las típicas formulillas de saludo desabrido y convencional. ¿Cómo estás, cómo va todo?. Pero no sabe realmente qué hacer. Dar la vuelta, se le ocurre, y correr desesperada lejos, o abrazarlo, como si nunca más fuera a irse, como si nunca más la dejara sola. Pero no hace nada de eso, y en adelante intenta seguir una conversación casual, normal e insípida como las que tiene con los demas. No sabe como, pero ha logrado conversar con él, quién, de repente, suelta las detonantes palabras:

-¿Que te alaga que no te olvide? Te escribí una carta. Supongo que entonces no la habrás leído. ¡Qué bueno!.


¿Cómo no habría de haber leído esa carta? Si no la respondió fue por el susto, por la indecisión, por no saber que decir en realidad. Si no la respondió también fue por venganza: ¿Y qué pasa con todas las cartas que yo le he escrito, con esos breves mensajes que en mi  desesperación le dejé, con todo lo que yo lo necesitaba?. ¿Cómo no habría de haber leído esa carta?.


Había abierto distraída como otras veces el buzón de su hogar. Nunca eran las cartas para ella, ni para nadie. Tenían nombre, si, pero en su interior no había nada más que números y cifras del teléfono, de la luz, de las cosas con las que nos enredamos porque sí, porque así es vivir ahora, porque así esperamos que sea nuestro correo: Un montón de cartas impersonales, vacío de sensiblerías,  puro dato duro, pura deuda.


No sé con qué derecho me permito siquiera perturbar tu vida sólo por la egoísta necesidad de escribirte. Estoy seguro que debes estar ocupándote de ti, de tus sueños y tus metas, y que un fantasma como yo no podría causarte más que problemas. Lo siento mucho. De verdad.


¿Un fantasma como tú?. Y pensó, pensó en todo lo que lo extraña, en las muchas veces que lo recuerda, en  las ganas de tenerlo cerca. 


-Bueno, no importa si no la leíste, al menos sé que no estás molesta. Pensé como diez veces antes de enviarla, porque pensé que quizás no fuese apropiado. No sé, corazón, es que no me sentía bien escribiéndote para desahogarme después de tanto tiempo. Que bueno que se perdió.

-Lo no apropiado? Eres un tonto hablando de lo apropiado conmigo que te conozco casi desde siempre.

Y es que así era. Se conocían de hace tantos años, tan íntimamente, que la situación se está tornando ridícula. ¿Qué es eso de lo apropiado o inapropiado entre dos personas que se abrazaron, que se quisieron, que se vieron la cara llena de lágrimas y  mocos cuando lloraban?. Esto no la hace sentir bien, la incomoda, pero sigue sin decir nada, tratando de llevar las cosas normalmente, suavemente, como alguien que habla con esos, con otros, con cualquiera 

Pero la verdad es que se siente mal de sentirse lejos, de no poder abrazarlo porque él la mirará con cara de extraño, con cara de adulto mirando a una niñita que necesita abrazar, que no puede solo conversar formalmente, como gente grande. Se siente mal de guardar silencio, de querer decir que ha leído la carta, que quiso responderla, que pasó dos horas empezando a  escribirla y solo pudo decir "¿Porqué no solo dices que me extrañas?". Se siente mal, mal  de no haberle respondido cuando él la necesitaba.

Hoy no me siento muy bien. Me desperté algo cansado pese a ser el primer día de unas merecidas semanas de vacaciones para sacudirme de encima todos los problemas de la calle, la Universidad y la tensión política que estamos viviendo. Creo que una maraña de sentimientos que me he dado la libertad de descuidar se han estado reuniendo y mezclando hasta el punto en que hoy, 23 de marzo, me urge aferrarme a algo especial. Yo no sé cuántas personas pueden presumir el haber vivido un episodio de sus vidas con una persona especial que sólo encontrarías en los más profundos sueños -de esos que nunca se recuerdan al despertar-, y que le otorga a tu pequeña y simple historia de vida aquel hálito de magia y misterio que sólo los más románticos anhelan. Yo no sé de los demás, pero en mi caso -en mi historia- ese personaje eres tú. 

Y había querido llorar solo con leer hasta ese párrafo. Se había sentado en su cama con los dientes apretados, temblando, con ganas de gritar que ella también se sentía mal, que estaba cansada de la represión de vivir como si estuviera viviendo cuando la vida era estar  mirando las entrellas, y pensar cada noche en que podía escuchar en el viento el sonido complicado de su piano, y tal vez hoy a Chopin, o mañana a  Beethoven, y que ella aún le importaba a alguien sin que esperaran de ella nada más que a ella misma. 

La conversación sigue un curso del que se desentiende, se pierde entre los adjetivos, los adverbios, los imperantes sustantivos que el hila hábilmente con un español pausado, académico,  poco poético.  El eco de las palabras la lleva de la mano suavemente al recuerdo de lo lejano, oscuro. Aún está perdida en el piano,  en la luna, en la carta que casi la hace llorar y en los días felices, esos días que parecían que nunca iban a terminarse. ¿Cuánto tiempo fue necesario para que ellos se quisieran así? ¿En qué exacto momento ella se había convertido en la persona mágica de la vida de él?. "La melancolía es la alegría de estar triste" Dijo ella, y eso era todo, eso era suficiente, por eso se quedaron tan juntos todo ese tiempo, por eso se amaron. ¿Porqué se fue de mi lado? ¿Porqué ya no está?.


- ¿No has tenido ningún problema? Esa fue una de las cosas que me preocupaban cuando te escribí aquella vez. ¡Me di cuenta de lo fatalista que soy !.

Ella niega con su cabeza, pero miente; y le sonríe, mejor le sonríe, y lo deja hablar porque sabe que si habla él se callará, y no quiere acallar la voz que tanto tiempo se demoró en volver a sus orillas, aunque sea porque está apenado de todo el tiempo que la descuidó, aunque sea porque tenía que darle alguna explicación a esa carta que le escribió con el mismo sentimentalismo y libertad de cuando estaban juntos, como si nunca se hubiera marchado.

-Tengo miedo, están tratando la constitución como una prostituta y usando los recursos del país para financiar una candidatura extremadamente aventajada. Hoy se supo que oficialistas se trasladaron a uno de los estados del interior en un avión de la Fuerza Armada. Utilizan el himno del ejercito para mantener el ejercito tranquilo, y la imagen del ex comandante como imán para que la gente vote por el oficialismo. El socialismo aquí, con toda esta distorsión, no tiene ni pies ni cabeza.

Mira el cielo y ve las grisáceas nubes. Siempre me ha gustado la política. Se acuerda de tiempo atrás cuando ella le decía a él que era un mal ciudadano porque no le daba atención a esas cosas. Acuérdate de Pericles, -le decía- y de Platón,  pero ahora no importa Pericles, ni el oficialismo, ni el socialismo de cartón que se está inventando la candidatura, ni que estemos a las puertas de una guerra civil, ni que más lejos, en un ambiente mundial, el imperialismo se esté comiendo las almas de las personas. Hoy importa que las nubes surcan el cielo y que la tarde se cae sobre ellos en un paracaídas de estrellas. ¿Porqué no me explica que era lo que pasaba siquiera cuando me escribió todo eso? ¿Porqué no me habla de lo que le pasa? .

No quiero que pienses que te escribo sólo para hacerte saber cosas banales que se pueden encontrar mayormente en cartas de amor y ridiculeces de esa índole. Tú comprendes bien lo mucho que significas para mí y confío en que entiendes que una parte de mis vehementes ganas de vivir decidió quedarse contigo y desde entonces han echado raíces, dividiendo mi vida en partes sin ningún tipo de uniformidad, las cuales se alternan en mi mente sin dejarme descansar. Los recuerdos me acosan y lo sabes. No sé si te suceda lo mismo. Pero, en efecto, esta no es la razón por la que me encuentro en estos momentos escupiéndole palabras a alguien a quien me da mucha pena molestar y quizá ya se haya olvidado de mí, reduciendo mi existencia que siempre ha viajado con ella a nada más que un cajón negro y oscuro, un baúl de recuerdos sin importancia, donde me había confesado depositaba todo lo que le hacía daño y no valía la pena. No, mi intención no es decirte que estoy cansado de todo y de todos, que ya no quiero escribir más, que no me motiva sentarme frente al piano, que perdí la esperanza a que mi madre recupere su ritmo de vida feliz, que a veces pienso que la guerra civil es la solución, que me empeñé tanto en vivir que cambié esos momentos sencillos de palabras entre nosotros por el ajetreo de la calle y los pésimos servicios de transporte y por la vida estudiantil en el centro de estudiantes de una escuela donde la mayoría no conoce ni entendería ni la mitad de lo que tu comprendes de mí. No...

"Me empeñé tanto en vivir que cambié esos momentos sencillos de palabras entre nosotros por el ajetreo de la calle" Eso era, por eso se había ido, por eso la había dejado sola. Ella no podía competir con la desgracia del mundo, con la vertiginosa existencia de los seres de un día, con las ganas de salir corriendo a hacer revolución. No, ella solo podía ofrecerle ideas y más ideas, y la paz de una luna serena que mira todas las cosas. Ambos vivían, y ambos vivían las mismas cosas, y ambos compartían el mundo enormemente, pero ya no podían quedarse juntos. Sonríe, se da cuenta que está feliz, que él regresa porque la quiere, que viven lejos todo el tiempo, empeñados en vivir cuando la vida, al irse  a la cama, sigue consistiendo en mirar de vez en cuando las estrellas, que nadie la ha olvidado. La palabra correcta, a decir verdad, no es decir que está feliz: Estoy melancólica, y eso es suficiente.

Va a hablarle de la carta, esta vez lo va a decir, va a decir que si ha leído todo, que porque ha sido tan idiota de tenerla una hora bajo las nubes y no decirle nada de nada, nada que importe, nada que no sea el oficialismo, nada que no sea la universidad. ¿Y qué si leí tu carta? ¿Y qué si no la respondí? Fue tu culpa por idiota, fue tu culpa por irte, ¿Porqué no volviste antes? ¿Porqué te afanas tanto en estar lejos? No te quiero cerca, solo no quiero tenerte lejos... No quiero tenerte lejos....

Pero en vez de todo eso, va y dice:

-En todos lados es igual, aquí o allá, o en cualquier sitio. Todo es ambición, todo es poder, todo es ofrecerles trabajo y vivienda a los pobres y después quitarles hasta los cartones en los que duermen regados por las plazas.

Y es que así era. El afirma, sabe que todo eso es cierto, sabe que la indignación del ciudadano común no es nada, que el pueblo de la vieja generación -antaño luchadora-  teme en lo más profundo de su espíritu a la institución governamental porque han visto los horrores de la lucha de clases, y del poder, y del cash, y de fulanito de tal con su gorro de general, y con Estados (Des)-Unidos y quizás Babel.

Él sigue hablando, y habla tanto que ella vuelve a irse, ya no está. Se pierde deliciosamente en la figura gentil de
 una tarde que se quema dolorosamente silenciosa sobre si misma, como ella,  que está de nuevo en las ganas de abrazarlo, de decirle que lo quiere, que le da lo mismo todo, que hace tiempo no lee a Pericles, que quiere aprender piano, que lo pintó en oleo y el cuadro se rompió en el último sismo que azotó la casa de sus padres. No le importa seguir los esquemas, no le importan las estructuras desabridas de las conversaciones universitarias, no le importa nada.

Hoy no me importa seguir los lineamientos que me han enseñado para escribir lo que siento, ni me importa si decides no llegar hasta aquí y te vale un carajo lo que pase conmigo. No me importa si estoy perdiendo el tiempo y debería estar preocupándome por mi programa de piano y no me importa si por hoy echo todo mi maldito futuro a la basura. No me importa si pertenezco a aquel grupo de inconscientes que está tristemente manipulado por un partido político y que no he hecho más que perjudicar y causarle daños al único país que se preocuparía por alguien como yo aunque sea sólo legalmente. No, mi amor, no me importa estar en estos momentos mirando inútilmente al pasado porque es que el pasado contigo es lo único que me brinda sosiego. 

Y esto es lo que pasa, que eso es todo lo que ella tiene, que ese es todo su sosiego cuando las cosas están mal también. ¡Quédate, Quédate!. Tiene atorado en el pecho. ¡Quédate!. Es todo lo que piensa en decirle, pero el -casi sin dar aviso- ya se está marchando, sin decir nada de la carta, sin confesarle porqué está ahí aunque ella en el fondo lo sabe todo, sin hacer nada más que irse. Irse, como lo hace siempre, rápida y escurridizamente, sin voltear a ver la vista, sin advertir las lágrimas que reprimidas abrillantan la mirada perdida de ella, ella que solo quiere decir que no se vaya, que se quede dos segundos, que regresen a  ese tiempo infinito antes de todo, antes de nada, con la Serenata de luna y con Baudelaire.

Pero cuando está por tocar su hombro, por voltearlo y jalarlo violentamente contra sí, cuando no le interesan las explicaciones, cuando quiere decirle que es un idiota se da cuenta que no puede. ¿Qué sentido tiene ser tan egoísta? ¿Qué sentido tiene que él se quede aprisionado en el mundo de ambos?. Ella vive, y vive las mismas cosas que vive él, aunque lejos, y sabe que a pesar de todo, lo que nunca le pudo decir, es que también una parte de su alma se fue con él cuando él se marchó así como parte de él se quedó consigo, y que viven cerca siempre, viviendo, respirando, asumiendo el peso de la existencia, de la brevedad, de lo efímero. ¿Qué sentido tiene ser tan egoísta, si al final siempre nos esperamos, si al final siempre volvemos?.

No te escribo porque todas esas cosas me aprieten el pecho y necesite llorarle a alguien. 

Por un instante tiene la sensación de que todo se ha congelado, que quizás la tierra ya no sigue el curso normal de sus revoluciones. Advierte suavemente las primeras luces nocturnas adornar un cielo ancho y enorme. La garganta le aprieta, pero sabe que así deben ser las cosas, que guardar silencio es lo mejor que pudo haber hecho. ¿Hay otro orden posible? ¿Podría acaso haber sido de otra manera?.

No sé por qué te escribo. 

Yo tampoco sé por qué me escribes, ni por qué te escribo yo ahora.