jueves, 23 de mayo de 2013

¡¿Donde Estamos?!

-¿¡Donde estamos!?

Le escuché con sobresalto, saliendo de mi letargo profundo entre la multitud. Se sobrecogió el espíritu al sentirse estremecido, sacudido por un temblor vertiginoso enunciado por unos miembros carnosos y lejanos, desincorporados, que en medio de mi frenesí parecían dos puertas rojas que descendían de una esfera superior  para hacer la gran pregunta antes del apocalipsis, ¡Si hasta tuve la impresión de oír los heraldos negros!

Me afligí profundamente pensando miles de respuestas mientras las luces se movían como fantasmas entre las sombras caminantes, las que, como remolinos, danzaban a mi alrededor. Yo me situaba pequeño, minúsculo ante la gran pregunta, ínfimo ante las puertas rojas y la advenida de los heraldos, una simple estela de polvo doblegada por el temblor ante las bestias mitológicas que hacían su rugido antes de venir. Temblaba ¡Dios! con estupor ante el desasosiego.

La mejor respuesta que se me ocurrió la emití en medio de un susurro, pero nadie escuchó la respuesta, y de repente, como un golpe en la nuca, otros labios junto a mi respondieron:

-Estamos en Escuela Militar.

Y con ello todo se desincorporó ante mis ojos, y las bestias lentamente se metamorfosearon a  señoras gordas, y las sombras eran pobres transeúntes que venían de trabajar, ¡Si hasta los heraldos se perdieron! Y eran las puertas del apocalipsis dos labios rojos ahora en medio de la cara de una mujer cuyo rostro no puedo acordarme.

Me volví entonces sobre mi misma, aturdida por todo cuanto había sucedido, y  cerré los ojos para dormir como antes apoyando mi cabeza contra el vidrio del metro.